uando todos le conocimos, él tenía ya 30 años viviendo en Chiapas. Sus autoridades religiosas le mandaron a aquel estado
06:58 PM 01/02/2011
Cuando todos le conocimos, él tenía ya 30 años viviendo en Chiapas. Sus autoridades religiosas le mandaron a aquel estado, preocupados porque se perdían feligreses católicos que se convertían a alguna creencia cristiana diferente, de las que llegaban auspiciadas por los Estados Unidos al sureste de México.
Se llamaba Samuel Ruiz. Tatic Samuel, como le llamaban los indígenas, entendió pronto que la mudanza tenía que ver con la pobreza y con la ausencia de la iglesia católica en esa problemática; otras iglesias que llegaban tenían recursos para ayudar a las familias en asuntos como su vivienda y su ingreso; otras veces, las iglesias se ocupaban de prohibir a los hombres beber y gastar en fiestas patronales, que resultaba de mucho beneficio pues se ahorraban gastos grandísimos y se disminuía la violencia doméstica, pero por otro lado esa transición que empezaba a hacer notar ventajas y desventajas entre los pueblos, rompía el tejido social, comenzaba a enfrentar a unas comunidades con las otras y en ellas empezó a perderse el “sentido de autoridad comunitario” que había permitido a los pueblos indígenas tener un orden por el que habían sobrevivido por siglos.
En ese escenario, el padre Samuel comenzó a trabajar en su misión: se adaptó religiosamente a los usos y costumbres de los pueblos indígenas y permitió o formó una estructura “pararreligiosa” si así cabe el nombre, con laicos comprometidos a quienes nombraba diáconos y se encargaban de algunas tareas que corresponderían a un párroco ausente de alguna iglesia. Llevó la cultura católica a una orientación maya que se acercaba más a las creencias de los pueblos indígenas; fortaleció estructuras y funciones comunitarias, como el trabajo en cooperativas para la producción y la comercialización especialmente; llevó a la región a religiosos católicos expertos en pedagogía y les enseñó a transmitir su cultura y la educación necesaria para salir adelante en la articulación con la cultura occidental de los ladinos. Trabajó también en una iglesia más ecuménica, más tolerante y de convivencia con las otras iglesias y los creyentes de otras religiones para construir proyectos que les permitieran reducir sus condiciones de pobreza.
Y siendo Chiapas el estado de la mayor pobreza, sus autoridades civiles eran votadas una y otra vez, al viejo estilo del PRI: a mayor analfabetismo, mayor votación a favor de los candidatos del PRI y mayor incumplimiento del ejercicio de autoridad de sus gobernantes. Ahí llevaron a poblar la selva lacandona con poblaciones de otras entidades, ahí a desmontar la selva para construirles vivienda y darles tierra para sembrar en esa tierra de frontera y fraterna convivencia con los guatemaltecos en guerra civil durante muchos años.
Además, Chiapas, en materia agraria, vino detrás del resto de los estados porque ahí no hubo reparto agrario y el abuso de los terratenientes frente a los desposeídos era ya intolerable.
Tal cantidad de pueblos y conflictos extraños puestos a convivir y a disputar los espacios de vida y sobrevivencia, también permitieron que ahí se asentara y creciera un movimiento radical de guerrilla que construyó una opción violenta, aunque en el mismo esquema de los que dicen saber y dirigir a los que nada tienen.
Algunos dicen que estos radicales le robaron a Tatic Samuel la estructura religiosa que él había trabajado por años y la utilizaron para declarar la guerra a México el uno de enero del año 2004, el día que entraba en vigor el tratado de libre comercio de México con los Estados Unidos y Canadá, en el inicio de la era de la globalización.
Entonces Samuel Ruiz, el obispo, se convirtió en defensor e interlocutor de los indígenas frente a todos los demás: por un lado los guerrilleros de a caballo, pipa y libro; por otro el gobierno que se presentó a defender al Estado y al statu quo. Junto con Tatic Samuel, vinieron otros viejos que pusieron todo su corazón, su espíritu y su sabiduría al servicio de la paz y hacia allá avanzaron construyendo instancias de diálogo, de solución y de esperanza. Entre ellos estaba Heberto Castillo, luchador de la izquierda, fallecido hace algunos años y Luis H. Álvarez, quien, al arribo de la democracia electoral, fue nombrado comisionado para la paz desde el gobierno de Vicente Fox y es aún consejero de la Presidencia de la República para asuntos indígenas, con sus 91 años de sabiduría.
Después de un gran esfuerzo por construir caminos de paz, vino en el año 2000 una reforma constitucional en materia indígena que reconoce el derecho colectivo de los pueblos indígenas a su propia cultura; aunado a una reforma programática que obliga a todas las instancias de gobierno a resarcir el abandono que por centurias los ladinos les hemos quedado a deber.
Tatic Samuel murió esta semana y sus restos fueron llevados al corazón de la iglesia católica comprometida con los pobres, San Cristóbal de las Casas, el lugar donde la sociedad civil, con Luza Mendoza como mayora, hizo un cerco humano para dar entrada a la posibilidad de la paz, de la palabra, del diálogo, de la aceptación de los diferentes, el lugar donde pudo tejerse la esperanza. Ahí se quedará con los suyos.
El juicio de amparo interpuesto por maestros de la Universidad de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), en contra de la reforma promulgada el pasado 8 de enero resultó improcedente.